Mi experiencia política

Mi militancia
Clori

Inicios

¿Cuándo empezó mi experiencia política? A los 12 años, cuando descubrí que la sociedad era desigual, antidemocrática y profundamente injusta. Colaboraba los fines de semana en una posta médica de un barrio marginal cercano a donde vivía. Se atendía a bebés y niños pequeños, aprendí a detectar los signos de la desnutrición y me di cuenta de que aunque se podía curar la diarrea o ayudar con la hidratación, o los antibióticos en caso de infección, el problema principal era que los niños no se alimentaban bien, su tamaño y peso no correspondían a su edad, y su desarrollo intelectual se veía seriamente afectado. Ya no tendrían las mismas condiciones para aprender y desempeñarse en la vida (si es que lograban sobrevivir). Crecí pensando que no podía quedarme de brazos cruzados, pero surgía una dificultad: de los tres colegios de la zona, sólo seis personas demandábamos solucionar los problemas sociales, económicos y políticos…  Éramos bichos raros: en lugar de ir a fiestas, íbamos a trabajar los fines de semana por el bien común. A los demás no les importaba tanto… Estas cosas venían pasando desde hacía mucho tiempo y se habían llegado a aceptar como «la normalidad». No había nada que hacer, mientras no te pasara a ti…

La revolución

Fue recién cuando ingresé en la universidad (por primera vez) que encontré a muchas personas que pensaban como yo. Habían pasado pocos años desde el golpe de Pinochet en Chile y el asesinato del presidente Allende nos había convencido de que ganar unas elecciones en las urnas no servía para mucho, la vía pacífica quedaba atrás, había que contar con armas para lograr la revolución. Aunque en Perú la situación era sui géneris, nos gobernaba la Junta de militares de Velasco Alvarado, que cuando dio el golpe y derrocó al gobierno dijo que era para hacer la revolución (en algunas cosas mejoró el panorama social y económico).

Tomando la Universidad

En el Primer Curso en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fui elegida subdelegada, pero recuerdo que mi delegado se ausentó durante casi todo el tiempo. Una de mis primeras tareas fue la de dirigir una Asamblea con mil estudiantes donde había que decidir sobre la falta de profesores. Se acordó la toma del local universitario para hacer presión y conseguir un profesor de materialismo dialéctico y materialismo histórico (asignaturas del I Curso de Economía). Ese primer año fue muy álgido, la discusión política era constante, todos los partidos políticos (que eran de izquierdas) querían “captarte”, recuerdo innumerables conversaciones en la cafetería donde se me intentaba convencer de por qué era fundamental integrar sus filas y no de las de otro partido.  Yo tenía cierta base teórica, uno de mis hermanos mayores que había sido dirigente estudiantil siempre me habló de política y me daba libros para leer, no era fácil engatusarme.

El Grupo de Apoyo

En esa época era indispensable contar con un grupo de apoyo, lo encontré en la universidad vecina: la Pontificia Universidad Católica del Perú. Participé en un círculo donde se estudiaba y leía mucho sobre los temas de la realidad social peruana, economía, política, educación y —obviamente— cómo hacer la revolución.  Al año siguiente decidí postular a esa universidad e ingresé. En esa universidad la gente que quería transformar la realidad debía unirse pues ahí sí existía la derecha organizada. Los dos años que estuve fui elegida representante de estudiantes. El país estaba gobernado por la dictadura militar de Morales Bermúdez, pero en la universidad se podía ejercer la democracia deliberativa: no sólo se practicaba la retórica en el aula, se tenía reuniones muy razonadas en grupos pequeños, con profundas discrepancias. Por eso había que prepararse mucho para enfrentar el debate.

Movimiento obrero clandestino

La lucha del movimiento estudiantil estaba unida al movimiento obrero. Las marchas de protesta, el trabajo de difusión en la fábrica, en el ámbito educativo, en el campo… era clandestino…  No existía permiso —como ahora— pero eso no significaba que no existiera organización, al contrario, tomar las calles requería mucha coordinación y cuidado, en tiempos donde no existía ni móvil, ni siquiera un buscapersonas (pero la policía sí se comunicaba por radio). Recuerdo la capacidad de poder organizar marchas relámpago, empezaba rápidamente en un lugar y ¡zas! se acababa cuando venía la represión…  para luego empezar otra vez en otro “punto”… Luego todo cambiaría (al igual que en España) con la nueva Constitución en 1978.

Tres hechos de esa época marcaron mi vida:

1) Participé en las llamadas «Brigadas campesinas». Un grupo de estudiantes de diversas carreras y cursos universitarios se desplazaban en el verano a visitar las comunidades campesinas y ver su forma de organización, participación y toma de decisiones. Fue una experiencia apasionante, recorriendo a pie la mayoría de las veces los «caminos» que la población de la zona había creado, otras a caballo y pocas oportunidades de trasladarse en transporte público. También tuvimos que enfrentarnos a la represión policial pero felizmente ellos sólo utilizaban las carreteras para trasladarse.

2) Una inmensa manifestación en repudio al asesinato de Fernando Lozano, estudiante de la Universidad Católica, que murió por tortura el 26 de noviembre de 1976 en un calabozo de la entonces Guardia Civil. Tenía 22 años y fue detenido cuando tomaba un taxi para transportar un mimeógrafo.

3) Y el apoyo al Paro (huelga) nacional del 19 de julio de 1977, ese día el país se paralizó completamente (algo difícil de ver en estos tiempos), fue la culminación de diversos paros sectoriales, manifestaciones y algo que ayudó fue la conformación de un Comando Unitario de Lucha (CUL) donde todos los sindicatos y diversos frentes sociales coordinaban. El pueblo unido jamás será vencido, y a fines de 1977 el gobierno convocó a elecciones para conformar una Asamblea Constituyente cuya misión sería reemplazar la Constitución de 1933. Tengo que confesar que como la dictadura había dejado claramente expresado que el contenido de la Asamblea Constituyente debía institucionalizar las transformaciones del gobierno militar formé parte de la corriente que planteó “boicot a la Constituyente”. Algo que me he preguntado muchas veces es ¡cómo con esa postura salí elegida delegada de estudiantes! ¿Qué decide el voto? Dudo mucho que tantos estudiantes (de una universidad privada) compartieran exactamente una posición como la expresada, tal vez la elección estaría más vinculada a la confianza en la persona, a la convicción y entereza con que expresa sus ideas…

Con la muerte en los talones

Mi propósito de transformar una sociedad que permitía la injusticia y la desigualdad continuó, pero con el tiempo, empecé a ver las cosas de otro modo… En primer lugar, el nacimiento de mi primer hijo y mi acercamiento al movimiento feminista, y en segundo el ver como una facción del Partido Comunista del Perú, denominada “Sendero Luminoso” había iniciado la lucha armada (ILA – Mayo de 1980) y su comportamiento era profundamente sectario y dogmático, hasta convertirse en un grupo terrorista fanático. La vía violenta para transformar una sociedad no entraba en mis planes.

Opté por la defensa de los derechos humanos a toda costa, esta vez desde el movimiento feminista, condena frontal tanto a los métodos de terror utilizados por Sendero Luminoso como el de los sucesivos gobiernos de turno.

En Perú había una guerra interna que desangraba el interior del país, pero en Lima no se decía nada. Los sucesivos gobiernos enfrentaron a Sendero Luminoso (PCP-SL) destrozando pueblos enteros y SL respondía matando a alcaldes y dirigentes populares acusándoles de cómplices del poder establecido. Algunos pobladores se aprovechaban del conflicto para acusar a las personas con las que mantenían algún litigio, de pertenecer a uno u otro bando (dependiendo de las circunstancias) con el fin de librarse de ellas.

Queríamos un país mejor, pero, sobre todo, defendíamos la vida. Desde el movimiento de mujeres teníamos claro que había que luchar contra el terrorismo. Nada me amilanó ni siquiera los papelillos debajo el coche que decían «perra feminista pronto dejarás de ladrar«…  Muchas mujeres eran amenazadas y lamentablemente asesinadas. Como el cruel asesinato de una compañera y amiga, María Elena Moyano, teniente alcaldesa del distrito de Villa El Salvador y lideresa de la Federación de Mujeres (Ver informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación sobre su asesinato).

Recuerdo vernos sentadas en una cama junto a una mesa, María Elena y yo, acordando el siguiente texto para unas octavillas: 

La revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva; es ética nueva. La revolución no es muerte ni imposición ni sometimiento ni fanatismo. La revolución es vida nueva, es convencer y luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo, respetando su democracia interna y gestando los nuevos gérmenes de poder del nuevo Perú. Seguiré al lado de mi pueblo, de las mujeres, jóvenes y niños; seguiré luchando por la paz con justicia social.

Profesionalización

Continué mi acción social y política de manera menos organizada y más individual. Combinando mi participación ciudadana con el voluntariado en la Asociación civil Transparencia, en actividades puntuales y de forma mucho más activa en el año 2000 —cuando el dictador Fujimori quiso quedarse como Presidente por tercera vez— como docente voluntaria en las diversas actividades de capacitación electoral, democracia y ciudadanía a miembros de mesa, apoderados e interventores de diferentes fuerzas políticas. Capacitación y movilización, son los intereses que han orientado mi accionar político desde el principio.

Al ingresar a la administración pública (2001-2007) como especialista electoral en una institución del Estado (no del gobierno) debía actuar de forma neutral, sin vinculación política de ningún tipo, pues cuando se organizan procesos electorales no sólo debes ser transparente e imparcial sino parecerlo.

En España he vuelto a participar activamente en las acciones de la sociedad civil. Las movilizaciones del movimiento feminista, las acciones del 15M, las marchas pacíficas hacia Madrid reivindicando la defensa de los derechos que tanto costó conseguir.

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